Aprovecho esta entrada para adjuntar un poema que me ha encantado, a pesar de que algunas de
las palabras no las entendía ya que es un poema que pertenece a Mexijo y
cambian algunas expresiones. Pero lo que dice en él me gusta mucho y despierta
mucho sentimiento en mí.
Yo soy titulada en técnico de Educación Infantil y
como me encanta esta profesión y la siento totalmente mi vocación estoy
cursando el grado de Magisterio Infantil, para seguir con mis ilusiones y
llegar a mi reto propuesto a pesar de las dificultades que están hoy en día en
esta sociedad, y por lo tanto con este poema me siento muy reflejada.
El buen maestro no sólo se basa en ver y transmitir
el aspecto educativo sino el aspecto humano del alumnado, y se preocupa por su
desarrollo integral.
La profesión de maestro esta menospreciada cuando para
mí la considero la precursora de todo, sin educación no podría existir ninguna
de las demás profesiones. Todo el mundo se mueve a través de la educación ya que conlleva los
conocimientos de todos y cada uno de los ciudadanos. Gracias a ella todos somos
mejores personas y podemos formarnos en la vida.
MAESTRITO
DE PUEBLO
(ABRAHAM
RIVERA SÁNCHEZ)
¡Que ya te dije que no!
Y tus caprichos no
acepto.
No importa que me dejes de
hablar,
no me importa que te pongas
molesto,
aunque me cuelgues la
cara,
aunque me hagas sentimiento,
mi permiso no he de darte,
antes…antes, te lleno de
cueros.
Tanto dinero gastado,
tanto esfuerzo, tanto
estudiar:
La primaria, la secundaria, la
preparatoria,
que cursos aquí, que
cursos allá.
Tanta hablada de tu parte,
tantos sueños construyendo:
Que ibas para médico, que no,
que mejor licenciado,
que ibas para político
o tal vez para ingeniero.
Y ahora que estás como
chiflado,
o loco te estás volviendo,
me sales de babosote, con la
idea de ser maestro.
¿Qué no te va a dar vergüenza
de rebajarte tan feo?
¿No te va a dar pena de
bajar a tal empleo?.
Maestrito…¡Que gran cosa!
Uy... qué dignidad, que
porvenir,
que importancia…que
abolengo.
Mira nomás. Maestrito de
escuela.
Un torpe. Un bueno para nada.
Haragán, Irresponsable. Vago.
Majadero.
Un flojo al que solamente le
gusta el dinero.
Maestrito….¡mitotero!
A ver. ¿Qué les
vas a enseñar a los niños?
. Si ni siquiera sabes cantar.
Mucho menos contar un cuento.
Maestrito,
si así como vistes,
solamente vas para cirquero.
¡Que normal ni que ocho
cuentos!.
Definitivamente no.
No quiero que seas
maestro.
Antes, te llevo al campo,
para que seas jornalero,
pa que el sol te de bien fuerte
y te hagas fuerte y prieto.
Sí…así me dijo mi padre.
Y yo, que mucho lo
quiero,
bajé la frente y salí de casa
diciendo:
---Está bien padre. Estoy de
acuerdo.
Haré lo que usted diga.
De verdad, se lo prometo,
pero ya no esté enojado,
no sea que le vaya a hacer
daño.
Ya no se enoje, haré lo
que usted diga…
Seré licenciado o ingeniero.
Entonces salí,
vagué por las calles,
por las huertas,
por el jardín, por la
placita, por la iglesia,
pasé por una escuela y
miré a muchos niños sin maestros.
También miré a los peones
descalzos,
sudorosos, sin aliento,
poniendo sobre un papel,
solamente la huella de su dedo.
También vi a las mujeres
sin huaraches,
cargando la leña del
cerro,
y esos niños…
esos niños hurgando entre los
basureros.
Recogí entre mi alma,
a esa gente de mi pueblo,
a esa gente sin fortuna, sin
redención,
sin consuelo y los metí,
los metí aquí dentro, en
mi corazón,
en mis entrañas, en mi
cerebro.
Les di parte de mi conciencia y
me confundí con ellos.
Allí, frente a esos niños
enfermos,
pensé que eran unos
angelitos
despreciados del cielo.
Miré que no tenían alas,
los miré casi sin cuerpo.
Angelitos sin hogar, sin
virgen,
sin padre nuestro.
Y entonces pensé: Si me aferro
a ser licenciado,
médico, contador o ingeniero,
¿Cómo iba a despertar la
conciencia de mi pueblo?...
¿En qué los voy a ayudar siendo
licenciado?
Tal vez no podría darles amor,
justicia o palabras de
consuelo.
No podría yo ofrecerles gran
cosa, para calmar su tormento.
Entonces volví a mi
hogar.
Todo lo tenía resuelto. Llamé a
mi padre y le dije:
--Padre, yo a usted mucho lo
respeto.
Comprendo sus ansias,
sacrificios y sus sueños.
Pero hoy, quiero que me
escuche,
por favor, solo un
momento.
Si quiere que yo sea feliz,
si quiere de verdad que sirva a
mi pueblo,
si usted quiere que colabore
para mejorar a mi México,
si usted quiere que dedique
mi vida en lo que más quiero,
por favor, papá, se lo
suplico.
Deje que sea feliz con mis
niños en la escuela,
deje que mi vocación se torne
en mis clases y recreo.
Yo quiero ser lección de
amor,
quiero que mis palabras sean
versos,
que sea yo lucero con mis
palabras del alfabeto.
Deje que sea manantial, para
saciar la sed de mi pueblo.
Déjeme sufrir, déjeme
luchar.
Déjeme vivir con el
pueblo para educarlos,
para construir un colegio.
Deje padre que luche, déme su
permiso,
se lo ruego.
Quiero sembrar esperanzas,
quiero construir anhelos,
quiero formar una escuela,
una escuela a los cuatro
vientos.
Una escuela de libertad, donde
haya luz y cantos nuevos.
Déme permiso papá, que sea un
maestrito de pueblo.
Quiero marcar programas justos,
quiero trazar caminos nuevos,
deje que siempre la mies,
deje que propicie el
vuelo,
el vuelo de esa águila
que parece no tener alas, ni aliento.
Usted ya ve, mi hermano es
doctor,
el mayor es ingeniero,
ellos, han formado en su ingratitud,
un mundo diferente, de
explotación,
de egoísmo, de lujos y de
dinero.
A ver ¿Dónde están ellos?
Si de usted ya se han olvidado,
si ya no vienen al pueblo,
su mentalidad burguesa ha
cambiado
¿Por qué no han venido a
verlo cuando se pone enfermo?
Por favor papá, se lo suplico,
déjeme que sea maestro.
Mi padre se quedó pensando.
Y después de un gran silencio,
me abrazó y me dijo:
---Sí muchacho, te comprendo.
Me has abierto los ojos.
Anda, ve a luchar hijo mío,
que aquí estaré esperando
tu regreso.
Sé que traerás, muchas cosas
logradas
con fe y con empeño.
Cuando vuelvas hijo mío,
vamos a estar muy
contentos,
y tal vez se llenará esta casa,
con tu amor y los gritos de tus
pequeños.
Si aquí no me encuentras
ya,
yo sé que tendrán ese consuelo,
de volver a esta tu casa,
y de volver a tu pueblo.
Sé que vendrás a verme,
sé que vendrás por este viejo
y querrás con toda tu alma,
enseñarme el alfabeto.
Si aquí no me encuentras ya,
ve a buscarme al cementerio.
Y allí, solitos los dos,
encerrados en el silencio,
me contarás de tus afanes,
de tus sueños logrados,
de tus sencillas tareas,
de tus éxitos, de tus
progresos.
No me traigas flores hijo mío,
sé que no me las merezco,
ni cruz, ni nada. Solamente
quiero tu recuerdo.
Anda hijo mío. Vete ya.
México espera tu
esfuerzo.
Te espera el hombre ignorante,
te esperan los niños
macilentos,
yo aquí me quedo
esperando, con orgullo verdadero.
Anda hijo mío, vete ya.
Que si de momento muero,
voy a gritar con orgullo,
voy a gritar a los cuatro
vientos:
¡MI HIJO!…¡MI HIJO!
¡ES UN MAESTRITO DE PUEBLO!